19.8.09

PUEBLO PERDIDO

TITULO 3º

HISTORIAS DE PUEBLO

CAPÍTULO I

EL PATRÓN PERDONA

Han pasado los años de prisa. En la hacienda las familias se han duplicado como manada de conejos. Y es que al patrón le gustan las familias numerosas, por que ello significa más trabajadores y más producción.

Los matrimonios son autorizados previamente por él y se les premia con una casita más grande que la de los solteros, con un patio propio para que jueguen los niños que vendrán y con una huerta para la casa.

La hacienda ya tiene una gran variedad de actividades, desde la producción de hortalizas, frutas y ganado, hasta la elaboración de madera tratada por especialistas leñadores y carpinteros. La elaboración de muebles de uso doméstico, han sido la tarea predilecta de don Matías, que tras apreciar los dones de sus trabajadores, se la ha encargado con amplios poderes al joven Ramón Díaz, que proviene de una humilde pero talentosa familia de Valparaíso.

Con el tiempo, el joven porteño, ha desarrollado todo su talento, ahora creando sus propios muebles, sin copiarlos de los finos modelos europeos que llegan cada cierto tiempo. Para él, los muebles deben ser un instrumento de comodidad para la gente del campo y no un lujo que desentone con la rusticidad del lugar.

El patrón ha comprendido su adelantado espíritu y ha dejado que desarrolle sus proyectos con absoluta libertad. Para él siempre será buen negocio pagar un sueldo a tan notable carpintero y mueblista, si sus obras son vendidas a un valor muy superior entre los vecinos de la zona. Para esos efectos ha establecido un local de venta en la localiudad de Doñihue, lugar de residencia de las familias más ricas de la zona, donde todo es tertulias y celebraciones, ocasión perfecta para exhibir tan notables obras de arte.

Con su éxito de artista de la madera, el jóven ha sido buscado por muchas damas para efectos de formar una familia. Se cuenta incluso que desfilan por su taller varias bellas muchachas llevándole un exquisito pan o tortilla de rescoldo, para ganarse su gracia. Dicen que él, ni tonto ni perezoso se ha dejado querer por muchas, pero sigue soltero.

Sin embargo esa vida de ensueños juveniles y pasiones ocultas, vería su fin un día de verano, cuando ante sus ojos apareció la hermosa Rosa Linda, de escasos 17 años y unos ojos negros que infartaban a muchos al verla pasar. Con su hermosa piel morena, suave como la seda, rostro alegre y larga cabellera oscura, podía hacer soñar a cualquiera con ese hermoso cuerpo delgado. Algo nuevo para un pueblo donde las gorditas eran mayoría absoluta.

Quizá sus rasgos tan diferentes al resto de las pálidas jóvenes del lugar, fue lo que hizo la diferencia. Tras largas rondas por alrededor de su casa, ocultándose de los curiosos y de la luna naciente, el joven maestro pudo por fin llamar su atención para regalarle un hermoso joyero, tallado cuidadosamente por sus hábiles manos.

Aquella pieza de roble, finamente acabado, arrancó un suspiro de la jóven, que alentó al muchacho a decirle con comprometido entusiasmo:
- señorita... deseo que usted sea la madre de mis hijos!.

Casi arrepentido de lo dicho, al ver la gran sorpresa en el rostro de tan bella diosa, se arrodilló a sus pies, sin pensarlo siquiera.

La jóven muchacha, ahora sonrojada entera corre hasta su casa sin decir palabras, dejando al enamorado de rodillas absolutamente desorientado.

Esa noche el maestro de las maderas no durmió... su almohada era una roca insolente, su colchón un mar de temores. Por su parte, la Jóven Rosa Linda, duerme con su delicado regalo entre sus manos, soñando con príncipes y quien sabe qué...., pero sin deseos de salir a la calle de nuevo, por que todo es nuevo para ella. El campo le ha dado su mayor sorpresa.

Semanas después, habiéndose enterado sus padres de tan interesante pretendiente, se acordó un matrimonio... así de simple, los jóvenes se aman y los viejos están de acuerdo.

Pero la vida no siempre es bella, tras largos meses de casados, la joven da a luz al primogénito, con gran sorpresa para todos, un robusto rubiecito de ojos azules. Hasta entonces todo bien, pero ninguno de los padres de tan frágil criatura es rubia y de ojos azules.

La ira se apodera del frustrado padre, que sabe con certeza que el único hombre de esas características en toda la región es el patrón. Segado por tal situación, prende fuego al taller que ha sido su hogar de creaciones magníficas, pero de propiedad de don Matías. A media noche, cuando los buhos cantan y las lechuzas se quejan con la luna, una tremenda hoguera se eleva por los campos, alimentada de fina madera y de invaluables muebles jamás antes hechos por mano alguna.

Los inquilinos llegan tarde con sus baldes llenos de agua, nada quedó para el recuerdo. Tras horas de incertidumbre, donde todos especulan en el pueblo una tremenda reprimenda del patrón a tan atrevida osadía del carpintero, el sol reconoce al elegante hombre que montado en su mejor caballo llega hasta el lugar sabiendo que es culpable de tanta ira. Tras observar tal desastre unos minutos, refiere con pesar:
-A veces el hombre tiene malos días!... Hay que entenderlo!
Luego se aleja con la calma acostumbrada y se encierra en su casa para no salir en semanas. Ha perdido a un gran hombre, un buen negocio... y ha nacido su décimo hijo.

No hay comentarios.: