1.4.09

PUEBLO PERDIDO


TÍTULO 2º
CANTOS DE PATRIOTAS
CAPÍTULO II
MILLAHUE Y LOS BUSCADORES DE ORO

Alzándose sobre el valle y mojando sus pies con el rio loco, los lugareños aprecian cada día una pequeña cadena montañosa que corre armónicamente de este a oeste. El patrón ha dicho que esos cerros marcan el límite oriental de sus tierras hasta sus mismas cumbres.

Sin embargo, esas tierras al otro lado del rio no han sido visitadas aún por don José, y uno que otro inquilino, escapando del agotador trabajo, luego de darse un baño de aguas frias, a cruzado el torrentoso caudal y al subir a la primera colina ha descubierto que aparte de contar con abundante fauna y flora, habitan el lugar bastantes personas no conocidas por los de este lado.

Al poco tiempo pasado, se ha corrido el rumor entre los varones adultos, que existe un poblado a los pies del cerro grande con casitas pareadas, una avenida principal, una plaza, negocios, hoteles y un burdel donde hermosas damás comparten todas las noches con los numerosos visitantes que llegan buscando oro.

Así alguien se encargó de correr la voz de que en ese lugar existe oro, una gran veta que nadie ha encontrado y que era ya conocida por los indígenas del lugar que bautizaron por ello el lugar en su lengua nativa como "Millahue", palabra compuesta que significa "lugar de oro".

En sus alrededores, siempre se avistan familias de nativos que recorren el lugar, pero con gran temor y cautela por que tiempo atrás, un explorador ha torturado a algunos de ellos para quitarles lo más preciado: su sabiduría y conocimientos sobre el gran secreto del cerro millahue.

A corrido sangre, hombres aventureros se posesionan de concesiones inexistentes, se generan peleas periódicamente por deslindes de pertenencias que nadie conoce ni ha registrado, es la tierra del más fuerte y el oro no aparece. El cerro está lleno de piques y galerías, donde aparecen hermosas piedras de cuarzo, talladas bellamente por la madre tierra, pero del metal precioso nada. Sólo los indígenas son sorprendidos portando pepitas de oro.

Los últimos nativos del lugar antes de tomar sus cosas e irse más al sur, han lanzado una maldición que tiene la promesa de que ningún hombre blanco ambicioso encontrará la gran veta. Mientras tanto, el dueño del burdel se llena los bolsillos de dinero.

Han contado incluso que el último cura que se acercó al lugar fue expulsado y puesto descalzo al otro lado del río, para que nunca más regrese. Por cierto, es tierra de hombres y rameras... los demás sobran. Y mientras todo pasa en Millahue muy agitadamente, el oro espera en sus entrañas a ser descubierto.

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